"Ha llegado un paquete para ti", ponía la nota de la nevera.
No tenía ni idea de qué podía ser. No había pedido nada.
Sobre la mesa de la cocina me esperaba una pequeña caja de color blanco irisado como un prado nevado que olía a cuento; a abrazos de hace mucho tiempo; a pasillo de aeropuerto en vacaciones...
El remitente sonreía. Y eso que no tenía ni idea de que acababa de regalarle una suscripción a Netflix a alguien que nunca había visto la televisión.
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