Está claro: es un erizo. Bueno, es otro erizo. Por momentos se olvida que Él es lo que hay debajo de su cubierta y no lo que la rodea. Por eso no puedo leer su aura. No tiene. No hay aura que pueda adaptarse a tanta púa y pincho defensivo moviéndose continuamente. Por eso cuando le veo no me extraño. Misterio resuelto.
Lo que no sé, es si le gustará el café (y la tortilla) tanto como a mi.
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