Abolieron sin saberlo tanto el sistema métrico decimal como el sistema sexagesimal. Dejaron de tener sentido las unidades básicas para medidas y magnitudes como se conocían hasta entonces. La longitud no la medían en metros, sino por la distancia que separaba sus cuerpos. La referencia de superficie era la cantidad de piel que podía ser besada en cada momento. La intensidad de corriente no eran amperios sino la electricidad que les sacudía cuando se tocaban. Ya no había segundos, ni minutos, ni horas: se medía por el tiempo transcurrido entre cuando se veían y cuando se podían volver a ver.
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