Un enorme cachorro de zorro nórdico tocaba la flauta apoyado en una pared. Ni siquiera intenté evitar caminar hipnotizada hacia la música como todos los que avanzaban en la misma dirección.
Se levantó de un brinco y salió corriendo, con la flauta entre los dientes y todos nos movimos con él, como su sombra, hasta un puesto de información de turismo donde preguntó si podría encontrar allí a alguien a quien seguir.
Parecía el único que no sabía que cualquiera querría seguirle a él.
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