París está preocupado. Intenta apagar las luces pero cientos de vocecitas que se llaman entre ellas le impiden dormirse. Lleva así desde que empezó el invierno. Durante el día el ruido de la ciudad las acalla. Una tarde, durante una huelga de transporte escucha atentamente a las voces que vienen de todas las calles a la vez.
Seguirá sin poder dormir, pero por lo menos ya sabe que los guantes perdidos por los turistas se cuentan sus historias entre ellos y se sienten menos solos.
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