Me lo presentaron pero no me acuerdo de cómo me dijeron que se llamaba. Creo que ni le recordaría si me lo encontrara otra vez sentado en la mesita de al lado tomando un cortado con leche condensada.
De lo que sí me acuerdo es que no se sentía especial. Sólo hablaba español; aunque sabía contar del uno al diez en islandés, pero sólo si lo decía del tirón. Cuando acababa sonreía con timidez y agachaba la cabeza.
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