De repente me he acordado del despertamor. Levanta a los buenos días susurrando dulces besos. Da sólo horas mimosas, aunque el sol esté bien alto y de lo que te despierte sea de una siesta de media hora.
Y de repente también, me he querido convertir en estrujamor. Sacarte a base de abrazos imposibles todo lo que tienes dentro y que te quede sitio para más. Exprimirte dos o tres veces al día, pasteurizarte y guardarte en la nevera. Te quiero comer.
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