No nos ponemos de acuerdo ni en cómo hablarnos en pasado.
Me suena un poco a utopía lo de pensar en el futuro.
- Deja que camine, dice el Galeano que llevo dentro.
Estamos llenos de las cosas que nos ha dado el pasado, de lo que nos enseña el presente y de lo que le pedimos como regalo al futuro. Yo sigo buscando.
Tres inmensas bandadas de estorninos han sobrevolado mi cabeza mientras pensaba en cosas super serias pero ridículamente intrascendentes. El ruido de su aleteo, sus figuras caprichosas, su insistencia en obligarme a levantar la cabeza, han conseguido alejar por un momento mi estupidez avergonzada.
Creo que necesito un cursillo de verano intensivo para que ese momento de lucidez sea lo más largo posible y sustituya la música de fondo por el sonido blanco de cientos de alas coordinadas llevándose lejos el ruido.
La mayor parte de las personas que conozco se quejan de alguna cosa a diario. Pequeños dramas que impiden que sonriamos sin motivo o nos sentemos un momento a mirar las flores apareciendo en un jardín o una araña reposando en una esquina.
Sin embargo, uno se acostumbra a todo lo demás que nos orbita por horrible que sea. Sobre todo a lo que no debería ser.
Es como en la historia la rana que no es capaz de huir mientras se calienta el agua en la que descansa.
Si sigo así me convertiré en dragón y saldré volando y quemándolo todo a mi paso. Viajaré arrasando lo que encuentre; y cuando haya acabado, subiré y subiré todo lo alto que pueda hasta que se me congelen la piel y las alas y caiga a plomo al mar para convertirme en roca en el fondo.
Igual me pasé...